¿Cuántas personas conocemos
a las que perder el móvil, o dejárselo en casaolvidado, pueden
costarle todo un auténtico trauma? ¿Cuántas a las que les cuesta seguir una
conversación, una comida, un espectáculo, sin echar de vez en cuando una ojeada
a su Twitter o a su WhatsApp?
Vivimos una era
tecnológica sin precedentes, y esto además es imparable, pero como todo en esta
vida, debe situarse en sus justos términos, si no queremos convertirnos en
auténticos esclavos de la tecnología, de la comunicación rápida y de las redes
sociales. Una cosa es que se haya inventado el teléfono móvil, y que por tanto
podamos comunicarnos (si hay cobertura, claro) y pedir ayuda si el coche se nos
queda tirado en una carretera de montaña (lo cual es bueno), y otra cosa muy distinta
es que nuestra vida real no sólo gire sobre nuestra vida virtual, sino que ésta
acabe siendo más importante que aquélla (lo cual es malo).
La extensión de las llamadas Redes Sociales nos ha llevado a
la obsesión por la comunicación rápida, por la participación virtual masiva,
sin implicaciones reales, por la sustitución falsa e ilusoria de elementos de
nuestro mundo real, por aquéllas simulaciones o correspondencias en el mundo
virtual. Y por decirlo de forma rápida para que me entiendan todos los
lectores: LOS AMIGOS DEFACEBOOK NO SON AMIGOS. La amistad es una
experiencia humana que requiere aspectos y correlaciones que sólo
pueden darse en el mundo real. Pero insistamos en las ventajas de las Redes
Sociales, de las Nuevas Tecnologías y de las Comunicaciones interpersonales,
que no quiero dar una visión sólo negativa: gracias a ellas conocemos a gente
de otro lado del planeta, ayudamos a los tímidos a relacionarse, podemos
encontrar pareja, y podemos convocar a miles de personas a una manifestación,
como ha ocurrido en la llamada "Primavera Árabe". Pero si esto
deteriora en el absurdo, las conductas, comportamientos y relaciones humanas
entran en una nueva fase casi obsesiva, donde estamos pendientes de seguir una
cuenta de Twitter que no habla, o que nos dice perogrulladas, o de colocar
nuestras fotos personales del último viaje en nuestra cuenta de FaceBook
.
Nos vamos transformando hacia la comunicación inmediata, pequeña, o
irrelevante, y vamos olvidando la comunicación profunda, extensa, con sentido,
con calado, con vertiente real. Desterramos la profundización, vivimos
pendientes de la última publicación, delúltimo dato, renunciamos a la
reflexión calmada, a la capacidad autónoma de reflexión, de elaborar y extraer
conclusiones, y todo ello incide en nuestra capacidad crítica de abordar y
analizar los acontecimientos, hechos y opiniones. Las Redes Sociales sólo
pueden representar un aspecto de nuestras vías comunicativas, pero sólo uno
más. No pueden canalizar a las demás formas humanas de relación, comunicación,
análisis, reflexión y extracción de datos y conclusiones. No pueden hacernos
caer en el absurdo, en la idiotización social, en la anestesia
mental. Internet debe ser valorado no obstante (y os lo digo desde
una bitácora personal) como un medio de comunicación alternativo de primer
orden, quizá el más importante hoy en día. Pero hay que saber buscar el grano
en la paja.
De esta forma, los 140 caracteres como máximo de un mensaje de Twitter,
o los comentarios de unenlace, noticia o fotografía de Facebook no pueden
sustituir a la capacidad crítica de buscar información, de analizarla, de
contextualizarla y de valorarla ajustada a nuestros valores y principios. Y del
mismo modo, no podemos perder la capacidad de disfrute de las otras experiencias
humanas, como pasear, conversar, tomar unas cañas con los amigos (reales), etc.
Hemos de considerar las Nuevas Tecnologías sólo como una herramienta de nuestro
mundo, que nos ayudan a comprenderlo y a analizarlo, a realizar nuestro
trabajo, e incluso a mejorar las condiciones de la vida humana. Pero hemos de
combatir los otros posibles peligros. Comparemos las costumbres y la infancia
que hemos tenido la gente de nuestra generación adulta, con las de los chicos y
chicas de hoy. El porcentaje de juegos y de experiencias reales va en
detrimento de las virtuales. Estamos creando una generación tecnológica, pero
si no lo impedimos, quizá algunas vertientes de la vida humana queden muy
relegadas a planos no recuperables en el futuro.
Nos rodea esta revolución tecnológicaque abarca casi todos los
aspectos de nuestra vida cotidiana. Ya no hace falta ir a la taquilla del
teatro a sacar las entradas, ni ir a la ventanilla del banco a consultar
nuestro extracto de cuenta u ordenar una transferencia, o pasarnos
por nuestra agencia de viajes para solicitar un paquete turístico, ni siquiera
el teléfono tradicional nos hace falta. Revolución tecnológica, predominio
audiovisual, Internet, Redes Sociales, saturación informativa, obsesión por la
inmediatez: Tablets, Smartphones, Wifi, Twitter, Facebook, SMS, Google,
WhatsApp, etc., dominan nuestro mundo cotidiano. Los contenidos son
instantáneos, sensacionalistas, emotivos, hue 5cos. Todo lo que no cumple con
estas premisas es apartado de nuestra agenda. Estamos tan ocupados, distraídos
o abrumados por la información que nos llega, que resulta difícil darnos cuenta
de la forma superficial y "jibarizada" (en afortunada expresión de
Pascual Serrano) que adopta y del modo en que influye en nuestra manera de
entenderla, valorarla, consumirla e interiorizarla.
Y todo este
maremagnum de información llega a saturarnos de tal modo que nuestra
capacidad de concentración disminuye. Hoy en día, los jóvenes y
adolescentes no pueden escuchar atentamente una Conferencia, una Lección
Magistral o un Coloquio sin interrumpirlo cada cierto tiempo para consultar su
correo, sus SMS, o saltar a un hiperenlace. Mucho menos leer reposadamente un
interesante y denso libro. Nuestra obsesión por la inmediatez llega a
convertirnos en auténticos depredadores de noticias, pero sólo con ánimo de
seguir estimulando el consumo de información, no de comprenderla. Por tanto, el
debate está servido: ¿son las Redes Sociales, como su nombre indica, un
elemento de socialización, o de aislamiento? En el fondo, hemos de darnos
cuenta de que detrás de los productos y herramientas de
comunicación virtual, lo que hay son empresas reales, al más puro estilo,
con las motivaciones clásicas de lucro y beneficio, y por tanto, ávidas de
imponernos los nuevos hábitos de mercado, escalas ideológicas de valores e
incluso censuras públicas si entienden que los contenidos que publicamos no
respetan sus esquemas ideológicos.
En conclusión, no
debemos ser enemigos de las Redes Sociales, de Internet y de las Nuevas Tecnologías
de la Información y la Comunicación, pero sin perder el norte, entendiendo que
representan sólo un instrumento más, una herramienta poderosa que viene a
ayudarnos en nuestra tarea, que nos proporciona ventajas, pero que en ningún
momento puede sustituir ni a otras actividades reales ni al propio y riguroso
proceso, análisis y comprensión de la información. Hemos de tener claros sus
peligros y sus limitaciones, y hacer un uso racional y equilibrado de ellas,
intentando no contribuir a la deriva de sus contenidos, ni al uso perverso
y banal que se hace mayoritariamente de estos instrumentos y de sus
posibilidades. En definitiva, resaltamos y hacemos un llamamiento al uso
inteligente de las Redes Sociales, y a entender que ellas sólo representan la
vertiente virtual de todo lo que ya tenemos en el mundo real, y que por
tanto, se mueven bajo sus mismos parámetros, los cuales, evidentemente, han de
ser tenidos en cuenta, y presionar para que puedan ser cambiados. Para los
lectores interesados en profundizar en este tema, les aconsejo el último libro
del periodista Pascual Serrano: "La comunicación jibarizada. Cómo la
tecnología ha cambiado nuestras mentes", reseñado en el
artículo de este enlace.
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